Nicolás Parada, ahora que te vas a conocerte y despertar en el mundo, me encuentro en la bipolaridad de la tristeza y la alegría.
Amo la idea que crezcas como hombre, uno con mayúscula, que se ama y ama su entorno. ¿A caso hay algo más en la vida que el amor? Ese azar de haber nacido y encontrarnos me dio la dicha de ser padre por primera vez y amar a alguien más que a mi propia carne, a conocer el verdadero temor a lo desconocido. Cuando se tiene un hijo, la otra vida recién nos hace pensar y valorar a plenitud nuestra existencia, tu existencia.
Ahora toca que comiences a encontrar la tuya, con tus propias manos, con tu incansable ternura y con mucho esfuerzo. Nada se consigue fácilmente, pero vivir significa intentar, con todas las ganas que puedas. Experimenta tus emociones y aprende a SER disfrutando la fortuna de existir. Vive cada momento y aprende que nuestros sentimientos importan porque existimos en sociedad, con otros y también para otros.
Debo admitir que en este momento mi egoísmo me supera, me impulsa a querer retenerte bajo mi techo, ese que aprendimos a construir juntos, con tu madre y tus hermanos. No dejes que nuestra melancolía por separarnos frene nuestra voluntad que crezcas a plenitud, con errores y alegrías. Tengo una carcajada que me ahoga, forma parte de la estrategia de mostrarme fuerte frente a tu futura ausencia. Solo te pido que dejes que nuestros miedos y temores se vean como amor infinito, ese que nos enseñaste a tenerte.
Estoy seguro que será poco tiempo, con horas muy largas para quienes sentiremos tu vacío. Nos queda la alegría de saber que tomas tu propio camino, el de los hombres de bien que deciden su futuro y enfrentan a la fortuna, esa diosa que divierte nuestra existencia.
Te amamos hijo mío y te esperaremos dichosos, con una sonrisa en el alma.