Me encuentro en la Ciudad de Sucre, extasiado como siempre por su belleza. Fue un dÃa muy productivo, de encuentros y confirmaciones que ratifican la validez de nuestro trabajo como CEPAD y la necesidad de seguir apoyando los procesos de desarrollo local en el paÃs. Hemos logrado establecer una metodologÃa que permite, además de compartir lo avanzado en la materia, acercar culturas y anhelos entre bolivianos de oriente y occidente. En Sucre hoy se respira la Bolivia plena, esa de esperanzas, de culturas diversas que comparten sueños y necesidades similares. Cuesta comprender el porqué algunos insisten con acentuar las diferencias cuando hay tanto en común. ¡Que fácil es sentir lo universal desde la Ciudad Blanca!
Hoy tuve la oportunidad de deleitarme con lo tÃpico de la Capital Boliviana, el Mondongo, el Chorizo Chuquisaqueño, el picante triple, entre otras delicias culinarias. Para completar el banquete un poco de helado de chirimoya artesanal, una jarra de refresco de mandarina, unas cuantas piezas de chocolates “Para Ti†y por supuesto varios “mates de Coca” para combatir la altura. Fue un dÃa de conversaciones motivadoras con insuperables compañeros de viajes, Carlos Hugo, Sebastián, Ronaldo y Alvaro.
El final del dÃa terminó con la presentación del Libro “Manuela, Mi Amable Locaâ€, donde Carlos Hugo nos ratifica que la existencia de Bolivia se debe al Amor, no a la conspiración como señalan los textos oficiales. Que mejor momento para aprender de la complicidad que solo el amor puede crear, esa entrega de dos, donde Bolivar y Manuela fueron los actores coyunturales que se someten al impulso que nos da la vida. Gracias a su perdición y como fruto de su complicidad tenemos una Bolivia eterna, de flores amazónicas, de brisas frescas, de nevados solitarios y colores múltiples. Gracias al arrojo de estos dos amantes, la pasión triunfó sobre la racionalidad y fertilizó nuestra existencia.
En Sucre, tengo la esperanza que siempre vivirá Manuela, la que se entrega sin reparos, sin conciencia y sin tiempo.