Llegue el pasado sábado 6 a Managua, luego de un retraso considerable por una tormenta repentina que se atravesó en el camino. En el Aeropuerto de Managua se repite la escena de casi todos los aeropuertos, barbijos, guantes, cámaras detectoras de temperatura corporal y formularios que añaden aún más a la paranoia colectiva de la Gripe AH1N1.
La bienvenida me la dio Raul, de Asdenic, quien tuvo la gentileza de esperarme con una McDonald, de esas que no tenemos en Bolivia. Luego, dos horas más de ruta sobre la Carretera Panamericana para llegar a Estelí, una ciudad ubicada al Norte de Nicaragua y capital del Departamento con el mismo nombre.
Durante el domingo tuvimos la oportunidad, junto con los compañeros locales de ASDENIC y los visitantes de CEPAD, Factor Solidaridad y AUPEX, instituciones que conformamos la Red IBERCOTEC, visitar el Departamento de Jinotega, lugar eminentemente cafetero y espacio donde se dieron batallas sangrientas durante la revolución Sandinista.
En este territorio, lleno de bosques y montañas, de briza fresca y bruma, aún se respira el espíritu de los caídos en la que militarmente se conocía como la Región 6. Los jóvenes reclutados por la fuerza, cantaban su despedida marchando hacia las serranías. Hoy, los arboles de Jinotega susurran más de un secreto de almas ausentes, aquellas que espiaban desde sus laderas la bruma que lentamente cubría la ciudad, esa de los “hombres eternos”.
Qué difícil es comprender las razones del porqué el hombre mata al hombre. Conversando con nicaragüenses jóvenes, el único resultado concreto positivo que encuentran del último proceso bélico que dio como resultado el triunfo Sandinista, es que terminó con más de 40 años de enfrentamientos que se venían registrando en el País. No importaba quien gane, lo importante era acabar con la violencia. Dudan que el proceso que vino después, donde el ya libre ex Presidente Alemán representa para ellos la dinámica tortuosa del País, haya valido el costo de tantas vidas, de un bando y del otro. El resultado más palpable, una nación en extrema pobreza, con su infraestructura productiva destruida, sin ganadores, en una sociedad que desconfía, pero que anhela encontrar nuevos horizontes.
En los caminos aún se encuentran vestigios de los instrumentos de la crueldad humana. Raul, nuestro anfitrión, mientras caminábamos por los cafetales, encontró el resorte de una cacerina de ametralladora.