Carlos Valverde Bravo
Las Misiones Jesuíticas son un patrimonio de la humanidad, según la Unesco, son orgullo de Santa Cruz y de Beni (Tarija también), de los curas y de las monjas, de los chiquitanos, pero la mayoría de la gente de fuera de Bolivia no las va a poder conocer o saber de su existencia, porque “la mayor operadora turística del Vaticano trabajará en las misiones de Paraguay, Brasil y Argentina, ya que el Gobierno boliviano no tuvo mucho interés en ello”.
Claro, la preparación del Rally Dakar era una tarea de 24 horas del día (y la noche más) y entonces no podían distraerse en ‘nimiedades’ que, además, no estaban en la ruta de los viajeros en los caminos del inca o de cosas parecidas; están en el oriente de Bolivia, ese que el Gobierno mira con molestia y con rabia porque, pese a todo, ahora se apoya en este oriente para aguantar la crisis de la que no sabe cómo salir.
Excusas del Ministerio de Culturas de que fue el Cepad el que debía encargarse de ello, sin darse cuenta de que ese es un trámite oficial. Rubens Barbery dijo a EL DEBER: “Es una más de las señales de que al Gobierno no le interesa promocionar las misiones. Bolivia es el único lugar donde las actividades que se hacen en las Misiones Jesuíticas son lideradas por el sector privado y marginadas por el Ministerio de Culturas”.
Así nos va, porque la ‘historia de interés’ del Gobierno no incluye la cultura del oriente, lamentablemente.
Por otro lado, en el extremo oeste de Santa Cruz, la Asamblea Departamental de La Paz no declaró Patrimonio del Departamento al Illimani porque “la minería se hubiera acabado”. ¡Joder! El Illimani está ahí desde siempre y lo van a destruir los mineros que no toman medidas de mitigación de sus actividades, causando un daño irreversible mientras los elegidos para defender ‘lo paceño’ privilegian el lucro.
A riesgo de meterme donde no debo, sostengo que eso le pasa a La Paz por tener un complejo de ‘nacional’, la dirigencia paceña no entiende que La Paz estaba antes que Bolivia, como varias republiquetas que hicieron la República y que bien valiera que asuman un compromiso regional para salvar el hermoso Illimani, las demás montañas de la cordillera y el lago Titicaca, que está languideciendo sin que el Gobierno se interese en serio por ello.
Soy un convencido de que el regionalismo no es la negación de lo nacional; muy por el contrario, es lo que le da sentido de pertenencia y así como reclamo por las misiones de “mi santa Cruz” (los cruceños tenemos “nuestra parte propia de lo nuestro”), así deberían reclamar los paceños por “su La Paz”, que es anterior a la República.
Y me meto porque me importa, me importan el Illimani y el Titicaca, y no pido permiso para ello. ¡Reclamo que sean protegidos!